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  • Foto del escritorDiego Da Costa

'La escuela de la vida': Oda a la nostalgia de la Francia más bucólica

Nicolas Vanier adentra a los espectadores en la Francia de los años 20, desde un perspectiva sumergida en la vida campestre con La escuela de la vida. Protagonizada por François Cluzet, conocido por la popular película 'Intocable' y el debutante Jean Scandel. Vanier es un especialista en retratar la naturaleza, tal y como avala su experiencia en la industria cinematográfica. Multipremiado en distintos certámenes como el Festival Internacional de Tokyo por 'Loup'. Estreno el 15 de febrero en España.



Ficha Técnica

Título: La escuela de la vida Título original: L'école buissonnière


Reparto: François Cluzet (Totoche) Jean Scandel (Paul) Eric Elmosnino (Borel) François Berléand (El conde de la Fresnaye) Valérie Karsenti (Célestine)


Año: 2017 Duración: 116 min País: Francia Director: Nicolas Vanier Guion: Nicolas Vanier y Jérôme Tonnerre Fotografía: Eric Guichard Música: Armand Amar Género: Comedia dramática Distribuidora: Vercine



La desembocadura de los ríos

Se puede decir sin ningún miedo que La escuela de la vida es dos películas unidas por eje en común como si se tratase de la desembocadura de dos ríos. Lo impresionante es que se ha realizado de forma coherente y con una construcción enriquecedora. Por un lado, la primera parte es la presentación y la entrega a la propia naturaleza. Una muestra de la vida rupestre, a lo salvaje. Un oda a la fuerza de la tierra. Con pequeñas pinceladas que crean el suspense, se va poco a poco desarrollándose hacia la segunda parte del film. En la segunda “película” se desvela el secreto que esconde la trama y da un giro de 180º. Pese al melodrama al que tiende durante el principio de la resolución del problema, consiguen alejarlo de este género telenovelesco para dar pie a algo que va más allá: la humanidad del perdón.


Por lo tanto, se puede ver un guion bien realizado que está pensado de manera en el que no sea una película feel-good pero tampoco una telenovela al más puro estilo 'El secreto de puente viejo'. Se ve la intención de enfatizar el espacio de la historia, para poder convertirlo en objeto principal del conflicto y desenlace. La creación de la personalidad de los personajes no se queda en un plano superficial, sino que ahonda en la propia naturaleza humana. Hay una sensibilidad que consigue emocionar al espectador en su visionado por la posibilidad de acercar a este espectro de emociones al público. Empática sin caer en el cliché fácil de la lágrima fácil. Positiva y esperanzadora, a la vez que cruda y sin florituras inútiles.



El paisaje como personaje

No se puede hablar de La escuela de la vida sin mencionar los espectaculares escenarios en los que transcurre la acción. La realidad es que la dirección artística consigue que los bosques salvajes franceses se conviertan en otro de los grandes protagonistas de la historia. La manera de plasmar ese amor por la naturaleza hace que se evoque a la metáfora de la libertad, de la pasión y sobre todo, de vivir. La manera de jugar con estos espacios tan reales, permite que se coloree la emoción del espectador de una manera natural y efusiva. De esta forma, el escenario se convierte también en partícipe de la acción y no únicamente como expresión artística. Un gran acierto convertirlo finalmente en el talismán principal del film. Enamora la puesta en escena.


La unión de trabajo entre el departamento artístico con el hallazgo de estas impresionantes localizaciones y beneficiarse del sentido artístico que se le puede dar, junto con el director de fotografía, a cargo de Éric Guichard, que a través de los movimientos de cámara, el cuidado de la iluminación y la planificación de los propios planos del film, otorgan un resultado que se puede considerar brillante. Hay que destacar el juego de colores que se presentan, que permiten llevar al espectador a los años 20 en una Francia distinta, alejada de la gran ciudad. Es un homenaje en toda regla a la vida campestre y desde un prisma nada ñoño e infantil. Un ejemplo de la importancia de los recursos técnicos y visuales más allá de la interpretación y ejecutar la acción del guion.



La nostalgia positiva

La estructura técnica se ve reforzada por un buen trabajo del elenco, en especial, sobre sus protagonistas. El pequeño Jean Scandel se estrena con La escuela de la vida. Pese a su corta edad, muestra una madurez interpretativa necesaria para su personaje. Se aleja de querer mostrar un niño inocente, para dar una cruda realidad de la visión de los más pequeños de una posguerra de los años 20. Tiene un ángel visual que consigue brillar durante todo el film, combinado con una picaresca que le da un toque llamativo a su forma de actuar. François Cluzet, su partenaire en escena, demuestra una vez más porque es uno de los actores franceses mejor valorados del cine. Una interpretación fascinante con una profundidad escénica que se convierte en una clase magistral de actuación. Esos claroscuros que rodean a su Totoche le permiten dar un juego interpretativo que se lleva de calle.


El reparto coral en su esencia es bastante destacable. Un reparto coral que termina teniendo bastante fuerza en su mensaje, todo tiene un por qué y la historia juega bien sus cartas. La historia de los gitanos encumbra a la joven Carolina Jurczak, pero acaba desinflándose su actuación por momentos. La química entre Jurczak y Scandel es bastante irregular. No consiguen terminar de encontrar una compatibilidad emotiva. Por lo cual, en ciertos momentos, la riqueza de personajes se percibe en la segunda parte de la cinta. Se debe hacer una mención especial a Valérie Karsenti, que a través de su naturalidad, se convierte en una buena cómplice para los espectadores y a Eric Elmosnino, Borel en el film, que aunque resulta su personaje a veces odioso, eso es sinónimo del buen hacer interpretativo del actor. Por último, nombrar a François Berléand, emotivo y cercano.



Conclusión

La escuela de la vida es un homenaje a la naturaleza en sí, una oda a la vida en su estado más puro. Una metáfora visual que se ve acompañada por la fuerza de la utilización del espacio. Una dirección artística y fotográfica excelente. Un canto a la nostalgia y a la emoción de la vida sencilla, a la par que cruda y complicada. Un reparto principal que brilla con luz propia acompañados por un reparto a su altura. Una conexión bien pensada entre las dos trama principales. La delicadeza bucólica de la importancia de aprender a vivir sin miramientos y con el sentido de la libertad por delante.

Artículo publicado originalmente en Cinemagavia. Puedes leerlo aquí.

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